La conquista de Los Andes por el Ferrocarril Trasandino
El lanzamiento del libro "El Ferrocarril Trasandino: La conquista de la Cordillera de Los Andes", efectuada el martes en la Sala Ercilla de la Biblioteca Nacional, no pudo reflejar mejor su espíritu que une intereses de Chile y de Argentina, porque los presentadores oficiales fueron investigadores de ambos países: Sergio González, de Chile, y Pablo Lacoste, del vecino país. Ellos junto al autor, el investigador Pablo Moraga Feliú, dejaron en claro que el ferrocarril bi-nacional que circuló entre 1910 y 1984, fue una de las grandes obras de la ingeniería universal y que su muerte se debió a la misma desidia que ha terminado, progresivamente, con la red de ferrocarriles de nuestro país que en su época de gloria, cubrió el territorio nacional desde Arica hasta Puerto Montt.
Desde la portada, con una soberbia fotografía de Jorge Opazo, el libro es toda una aventura, tal como lo fue este épico proyecto inaugurado en 1910, que unió a Chile y Argentina por el gran macizo andino a través de 218 kilómetros de línea férrea, entre Los Andes y Mendoza. El tendido sorteaba a veces alturas que sobrepasaban los 3 mil metros.
El gran proyecto, imaginado por los hermanos Mateo y Juan Clark Torres, quienes tenían la doble nacionalidad chilena e inglesa y que anteriormente habían inaugurado la comunicación telegráfica entre Chile y Argentina, estaba en el mismo espíritu de los grandes conquistadores. Ya en 1885 había sido imaginado por Vicuña Mackenna: "Es inconcebible que la república Argentina y Chile permanezcan inactivos en la gran empresa de allanar el único obstáculo que la naturaleza opone a su mutuo desenvolvimiento".
Las prospecciones comenzaron en abril de 1873 al mando de los ingenieros ingleses Oliver Barken, Leslie Duval, L. Gallway y los nacionales Víctor Pretot Freire y José Manuel Figueroa, bajo la tutela de los hermanos Clark.
Implicaba el tendido de líneas, la instalación de campamentos, la construcción de túneles y el levantamiento de puentes y cobertizos para protegerse de las avalanchas, la instalación de aguadas, paraderos y estaciones.
Las obras en Chile fueron inauguradas por el Presidente José Manuel Balmaceda y los trabajadores que allí participaron, fueron hombres curtidos y avezados. Inquilinos sin tierra, ex carcelarios y buscavidas. Centenares de ellos pagaron con sus vidas.
Pioneros de la montaña
Para Pablo Moraga Feliú es su tercer libro. El volumen de Editorial Ricaaventura (pp. 125) contiene un exclusivo material fotográfico que aportaron diversas colecciones privadas: "Esperaba que el libro fuese publicado para el Centenario del Ferrocarril Trasandino, en 2010, pero los sucesos derivados del terremoto del 27 F, produjeron retrasos" -dice Moraga.
Añade que "Uno de los desastres que contribuyó a matar el Ferrocarril, fue un aluvión que ocurrió en Argentina en 1931 y que cortó el Ferrocarril durante una década. En esos diez años, los argentinos comenzaron a hacer buenas carreteras para los camiones. O sea que en 1933, cuando se reinauguró el servicio, ya tenía una fuerte competencia de los camiones".
"Tuve la suerte de viajar en este tren -sostiene el editor y coleccionista Guillermo Burgos, quien aportó con una parte inédita a la iconografía de este libro- y me entristece profundamente el haber perdido este elemento de transporte que, además, era una joya turística".
-¿Por qué se suspendió el servicio?
"Por la desidia que ha hecho morir a todo el sistema ferroviario de Chile y porque no hubo una coincidencia de intereses entre chilenos y argentinos. En 1984, tras el episodio del Beagle, el tren fue abandonado completamente. Estra un servicio que requería de mucho mantenimiento".
"Por sus características, el Trasandino nunca tuvo demasiados coches, pero fue un servicio de lujo. Como hasta 1927 funcionó con máquinas a carbón, Joaquín Edwards Bello se burla de los pasajeros comiendo deliciosos platillos: De pronto, quedaban completamente ahumados cuando el tren pasaba por un túnel intoxicando a medio mundo".
-¿Fue un portento ingenieril de la época?
"Absolutamente. Va por un cajón pegado a un risco, por lo que la posibilidad de rodados es extremadamente alta. También vencer los 3.300 metros de altitud. Hubo que traer obreros italianos especializados