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ENAMORADA DE BRASILIA

Mercedes Urquiza

ENAMORADA DE BRASILIA

Publicado el 30/08/2004
Pionera y organizadora de la muestra “La Epopeya de Brasilia”, que se exhibirá entre el 1 y el 16 de septiembre en la Biblioteca Nacional, Mercedes Urquiza tuvo la oportunidad de acompañar al fotógrafo sueco Ake Borglund en un recorrido por las obras de la ciudad en ciernes, experiencia de la que conserva 40 imágenes de incalculable valor patrimonial y un imborrable recuerdo.

La joven argentina Mercedes Urquiza tenía tan sólo 18 años cuando decidió dejar su Buenos Aires natal para partir, junto a su marido y un perro, a ser testigo del levantamiento de la nueva capital de Brasil. El ambicioso proyecto era el sueño visionario de Juscelino Kubitschek, presidente de este país, y su anuncio había generado un gran escepticismo entre la propia población brasileña. Pocos creían que fuese posible levantar, en tan sólo cuatro años y medio, una ciudad moderna en medio de la Sabana del Brasil, al interior del país. Además, el centro de la atención siempre había estado en litoral -y, en proyección, en Europa- desde donde se había iniciado la colonización y en donde estaba -hasta ese momento- el centro político y financiero: Río de Janeiro. Sin embargo, al contrario de lo que los pesimistas presagiaban, el sueño se materializó. Y el 21 de abril de 1960, a las 9.30 de la mañana, con la instalación de los tres poderes del Estado en la ciudad, se inauguró Brasilia. Concebida como la ciudad más moderna del mundo -estatus que conserva hasta la actualidad-, fue declarada Patrimonio Histórico y Cultural de la Humanidad por la UNESCO en 1987. Para esa fecha, Brasilia no sólo se había convertido en el orgullo de los brasileños, sino de todos los latinoamericanos. Recién llegada a la ciudad en ciernes, Mercedes Urquiza tuvo la oportunidad de servir de intérprete al fotógrafo sueco Ake Borglund. Junto a él recorrió las obras de las principales construcciones que se estaban levantando en la ciudad y que formaban parte del Plano Piloto, diseño creado por el urbanista Lúcio Costa. Borglund, reconocido fotógrafo de su país, registró cerca de 800 imágenes, de las cuales envío 40 a la joven pionera. 20 de estas fotos, junto a 15 actuales, hechas por el brasileño Rui Faquini, conforman "La Epopeya de Brasilia" y, tras ser exhibidas en el Hotel Sheraton de Santiago, podrán ser apreciadas hasta el 16 de septiembre en el Salón Fundadores de la Biblioteca Nacional (Alameda 651). Sobre sus vivencias en las naciente capital, su recorrido con Borglund y la exposición que presenta en nuestro país, conversamos con Mercedes Urquiza, quien se declara, sin tapujos, una "enamorada de Brasilia". ¿Cómo y por qué conoció a Ake Borglund? -Pocos días después de llegar a Brasilia, el 18 de noviembre de 1957, tras un viaje de un mes y medio por tierra en un jeep viejo -¡De la época de la Segunda Guerra Mundial!- estábamos todavía ubicándonos en el asentamiento provisorio, que era lo que se conocía como Cidade Livre (Ciudad Libre), y llega este señor, que era un fotógrafo sueco y estaba haciendo una gira por Sudamérica que había recibido como un regalo por su trabajo. El también se había enterado de la construcción de Brasilia y decidió, al igual que nosotros, que quería ver como era. Y pasó unos días sacando fotos. Sacó 800 fotos. A mí me llamaron, con mi marido, para que fuera su intérprete, entonces durante todos los días que estuvo en Brasilia recorrimos todos los campamentos de obras. El quería imágenes de los obreros que estaban trabajando, eso fue lo lindo, porque todas las colecciones de la historia de Brasilia muestran a autoridades, a gente famosa, como Oscar Niemeyer, que era el arquitecto. Pero lo importante de Ake Borglund es que mostró el lado humano. Cuando uno mira las fotos, ve los rostros de los obreros, que fueron quienes edificaron esos palacios, que ahora son conocidos en todo el mundo. Entre los obreros que llegaban a trabajar a Brasilia y los pioneros de la ciudad, ¿se compartía algún espíritu o sentimiento en común? -Sí. Había algo que nos unía a todos, que era el objetivo en común, con mucha tenacidad y optimismo, de querer ver la capital inaugurada el 21 de abril del '60. Y este es un punto muy importante, porque en todo Brasil se decía que no se iba inaugurar porque era imposible una hazaña de ese tamaño. Entonces, nosotros, los pioneros que estábamos ahí trabajando -y hablo de todos, sin importar la clase social u ocupación, es decir, desde el obrero hasta el ingeniero- todos lo tomábamos como una cuestión de amor propio que la ciudad estuviera lista a tiempo. Fue algo que asumimos colectivamente millares de personas. &