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Al rescate del casi extinto oficio de los minuteros o fotógrafos de cajón

Museo Nacional de Bellas Artes:

Al rescate del casi extinto oficio de los minuteros o fotógrafos de cajón

Publicado el 10/12/2010
La muestra "Fotografía minutera. El retrato popular en Chile", se prolongará hasta el 27 de febrero. La exhibición que se realiza en la Sala Chile, contempló también el lanzamiento del sitio www.minuteros.cl

Quienes tengan cincuenta años o más, recordarán a una casi extinguida raza de fotógrafos de delantal blanco que actuaba en plazas, parques y balnearios populares cargando pesadas máquinas fotográficas de cajón con trípodes de madera. Eran los llamados fotógrafos minuteros quienes, con la promesa de entregar una imagen blanco y negro en "minutos" (podían ser entre 6' y 10'), cautivaban a un público ávido de perpetuar un romance veraniego...prohibido, o mandar una imagen de sí mismo vía Correos de Chile.



Este ambiente mágico y prácticamente extinguido es el que rescata la exposición ganadora de un Fondart "Fotografía minutera. El Retrato popular en Chile", que se presenta hasta el 27 de febrero en la Sala Chile del Museo Nacional de Bellas Artes (Parque Forestal s/n) gracias a una investigación emprendida por Ximena Rioseco, Paula Fiamma y Octavio Cornejo, coleccionista y principal impulsor de la iniciativa, quien lleva más de una década pesquisando fotografías minuteras. Es un proyecto que se realiza por primera vez en Chile y que, además, trajo aparejado el lanzamiento del sitio en internet minuteros.cl una iniciativa local para poner en valor el oficio de estos fotógrafos así como las imágenes resultantes de su labor, las que poseen un gran valor para la identidad y el patrimonio cultural chileno en el año del Bicentenario de la República.



Insólita exposición
La muestra contempla la exhibición de fotografías originales, tamaño postal y media postal, además de imágenes ampliadas; audiovisuales; documentos (como el carné del sindicato de fotógrafos de un minutero); recortes de prensa anunciando la llegada al país de cámaras minuteras; cámaras de cajón; utensilios y dos telones, uno de ellos realizado por el pintor Julio Lucero, para escenificar y proporcionar la fantasía del acceso a los "modernos" medios de transporte, como los aviones y los automóviles.



Gracias a la investigación, hoy se puede conocer la labor de los fallecidos fotógrafos Isidro Barrau; ángel Custodio Mellado y los hermanos Juan de Dios y Domingo Robledo González, así como de minuteros vigentes como Luis Maldonado, Lorenzo Martínez, Elena Torres y Eduardo González. Paralelamente, a través de la exhibición, se podrá hacer revisión a temas como la masificación del veraneo en los balnearios del litoral central, las celebraciones cívicas y religiosas de mayor relevancia en la tradición popular o las procesiones a la Virgen o a San Sebastián, en Yumbel.



El oficio
A diferencia de los fotógrafos de estudio, que trabajaban con más tiempo y tranquilidad, en condiciones lumínicas controladas y con la solemnidad con la que retrata un artista, los minuteros trabajaban al aire libre en medio del bullicio de la ciudad o del balneario. Su principal herramienta era una pequeña caja portátil que funcionaba como laboratorio y cámara a la vez. Para quienes no conocían las leyes físicas y químicas que hacen posible la fotografía, esta era una misteriosa fábrica. La capacidad para registrar el huidizo momento era su sello indeleble y la instantaneidad su mejor atributo.



Los fotógrafos debían ser diestros para manipular, sin mirar, en el reducido espacio del cajón, los adminículos necesarios para revelar y fijar la imagen. Mientras estaba en uso, la caja jamás podía ser abierta ya que la luz podría velar y estropear las placas de vidrio o el papel fotosensible. El fotógrafo enfocaba la imagen con un vidrio semitransparente que colocaba al interior del cajón, donde posteriormente pondría el material sensible utilizando una manga negra. De acuerdo a las condiciones de luz imperantes, calculaba la apertura del diafragma y la velocidad de exposición y sacaba la tapa negra que estaba sobre el lente. El papel quedaba expuesto a luz y así obtenía un negativo que revelaba y fijaba con los reactivos que estaban al interior del cajón en dos cubetas. Tras el proceso, sacaba el negativo para lavarlo en un tarro con agua adosado a una de las patas del trípode. Por último, por medio de un brazo de madera articulado, repetía el procedimiento fotografiando el negativo para obtener la imagen en positivo que, una vez seca, era entregada al cliente.



La fotografía minutera es una práctica que, coincidiendo con el Bicentenario, cumple cien años bajo la amen