El interior del Museo Nacional de Bellas Artes recupera su impronta
Construido para el centenario de la República e inaugurado en 1910, el edificio que aloja al Museo Nacional de Bellas Artes fue concebido por el arquitecto chileno-francés Emilio Jéquier, específicamente para que éste exhibiera sus colecciones a la ciudadanía.
Parte de esos cambios y transformaciones se están redescubriendo ahora, con el inicio de las obras de restauración del hall central y el segundo piso del inmueble, que busca recuperar los atributos y características que el palacio tuvo en su concepción original.
Las obras financiadas por el Servicio Nacional del Patrimonio Cultural, contemplan una inversión de 936 millones 864 mil pesos, y son parte del plan maestro del museo, que define el estado de conservación del edificio, los planes de desarrollo y criterios de intervención, y los traduce en un conjunto de iniciativas pensadas para ser ejecutadas secuencialmente.
“Las labores de conservación y mejora de los edificios bajo el cuidado del Serpat constituyen parte importante de nuestra misión de cara a la ciudadanía que los visita y les da vida. Para nosotros es muy importante que este espacio de encuentro, que le otorga identidad al barrio y que es uno de los más significativos de la capital, pueda ser apreciado externa e internamente manteniendo sus características fundamentales, para ello se ha contado con un equipo de expertos/as de primer nivel”, comenta Nélida Pózo, directora del Servicio Nacional del Patrimonio.
Cabe destacar que detrás de este proyecto hay una gran participación y liderazgo femenino, que ha sido fomentada por el Servicio Nacional del Patrimonio Cultural en las bases de licitación y que ha enriquecido las labores de construcción y restauración. Entre estas mujeres se cuentan las arquitectas Sandra Lagos (Serpat), Magdalena Vergara y Francisca Cortínez (MNBA), Sandra Aliaga (Bec Ltda) y Karin Rudolph (Gilport S.P.A), que encabezan el trabajo.
Una de las características principales del proyecto que está en curso será recuperar la circulación perimetral del edificio en el segundo nivel, interrumpida con una intervención discordante que cortaba el anillo de exposiciones característico de la propuesta arquitectónica de Jequier. Ello permitirá, además, aumentar el espacio expositivo.
“El trabajo que estamos realizando en el MNBA responde a un esfuerzo en equipo del Servicio Nacional del Patrimonio Cultural y a una inyección muy importante de recursos públicos. Las obras incluyen una serie de procesos que buscan recuperar los atributos originales del Palacio Bellas Artes, poniendo en relieve su valor patrimonial como un monumento referente en América Latina; mejorar los espacios tanto para el disfrute ciudadano, potenciando la circulación de los públicos y avanzando en otorgar mejores condiciones para la conservación de obras en exhibición”, explica Varinia Brodsky, directora del Museo Nacional de Bellas Artes.
Para lograrlo, el espacio utilizado como oficinas en el sector nororiental será recuperado como sala de exhibición, y, entre otras acciones, se eliminarán los paneles divisorios y el piso flotante que oculta un hermoso piso de parquet, devolviendo así su belleza original al espacio.
También será restaurada la cúpula del hall central, fabricada por la empresa belga Compagnie Centrale de Construction de Haine-Saint-Pierre y traída a Chile, como un ejemplo de la arquitectura prefabricada en metal de la época. El objetivo es reponer las más de 400 piezas que están en mal estado y acondicionar y aplicar acciones de conservación en la estructura de metal, con lo que sus 2700 unidades poseerán vidrios catedrales de las mismas características que los originales.
Otra tarea apunta a la recuperación de las maderas, ornamentos y metales de la obra original. Para ello, se reunió un equipo altamente especializado y de vasta experiencia en proyectos de restauración patrimonial, que ha desarrollado una labor minuciosa.
Solo en la recuperación de la madera de los pasamanos del segundo piso el equipo de especialistas tardó varias semanas, pues estaban impregnadas de capas y capas de barniz. Ahora, la madera original está a la vista, y gracias a un tratamiento con impregnante, toda la riqueza de la madera y sus vetas podrá ser apreciada por el público.
Esta meticulosidad se extiende a las barandas ornamentales que forman parte de la decoración del balcón del Museo de Bellas Artes, en las que durante el proceso de restauración se descubrió que están compuestas por elementos bronce, plomo y hierro. El decapado de la pintura reveló además el borde de madera que rodea la losa del balcón del segundo piso, y se tomó la decisión de dejarlo expuesto para recuperar los materiales nobles e históricos del museo.
Pero fue en la restauración de las 19 puertas de lingue de doble hoja que conectan con el hall central y los espacios comunes del interior del museo, donde el equipo hizo su mayor hallazgo: al desmontar la quincalleria descubrieron que las españoletas fueron hechas por la reconocida fábrica francesa Vachette, que ha estado en funcionamiento desde 1864. Este hallazgo añade un valor histórico adicional a las puertas del museo.
Y toda esta cuidadosa labor se hará extensiva a los muros: el hall central y todos los pasillos están en la actualidad pintados de blanco, lo que dificulta la la apreciación de los elementos ornamentales. Por ello, se efectuó un estudio estratigráfico de las capas de pintura para descubrir y proponer una paleta de colores que se asemeje a la original, que estaba hecha con pintura a la cal.
También se ejecutarán trabajos que mejorarán la calidad del servicio que el museo ofrece a la ciudadanía al igual que la conservación de las obras. En este ámbito, una inversión esencial será la instalación de un sistema de climatización en el hall central, que actúa como un invernadero tanto en verano como en invierno. Este sistema garantizará una regulación eficaz de las temperaturas, proporcionando un ambiente confortable para los visitantes en cualquier época del año.
Asimismo, se reemplazarán los pisos de madera en el segundo piso del museo, tanto en los espacios de los corredores como en los cajones de escaleras, con eucalipto y un color final que se ajusta a las tonalidades existentes en el museo.