“El trabajo con archivos permite vincular el pasado y presente, y resignificar el futuro”
Antes de la llegada de los españoles al territorio que hoy conocemos como Chile, existieron múltiples roles sociales al interior de la cultura mapuche. Uno de ellos llamó profundamente la atención de la artista Seba Calfuqueo (Santiago, 1991): eran los Machis Weyes, personas que al margen del binarismo que transitaban desde lo femenino a lo masculino, ejerciendo influencia tanto política como espiritual. Este hecho cultural se cruzó con la propia biografía de Calfuqueo, una joven trans a quien su abuela Mapuche le dijo tempranamente que en su cultura no existían los homosexuales. Este cruce conceptual dio pie a una de sus primeras obras, la videoperformance “You will never be a Weye (Nunca serás un weye, 2015) donde la artista se viste de ropajes falsos mientras se escucha un texto escrito por ella que relaciona a la figura del weye, de las impresiones del cronista criollo Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán y sus propias reflexiones anticoloniales.
Desde entonces, hace casi una década, la artista ha desarrollado decenas de obras cuyas temáticas cruzan la herencia cultural como punto de partida para proponer una reflexión crítica sobre la situación del pueblo Mapuche, las diferencias culturales, los feminismos y las disidencias y la relación con la naturaleza. Creadas en diversos soportes -instalación, cerámica, performance y video-, las obras de Calfuqueo son parte hoy de la colección de Tate Modern (Inglaterra), Centre Pompidou (Francia), Denver Art Museum (Estados Unidos) Museo MALBA (Argentina), Museo Thyssen-Bornemisza (España), Museo Nacional de Bellas Artes (Chile) y Museo de Arte Contemporáneo (Chile).
Su progresiva carrera artística, le ha permitido participar en relevantes espacios como la Bienal de Venecia (2024) y la Bienal de São Paulo (2021), entre otros espacios; a la par que se desarrolla como curadora en Espacio218 y como parte del colectivo mapuche Rangiñtulewfü, quienes editan la revista Yene.
En esta entrevista, Seba Calfuqueo realiza un recorrido por su propuesta artística, sus raíces, experiencias personales y mirada crítica, recordándonos cómo el arte ligado al patrimonio es un medio trascendente para visibilizar y cuestionar las estructuras coloniales y heteronormativas que aun pesan tanto sobre las identidades individuales y colectivas.
Imagen: "You will never be a weye", Seba Calfuqueo. Registro: Alejandra Caro Rivera
Puedes contarnos cómo tus raíces indígenas y la perspectiva decolonial habitan tu trabajo artístico.
Para mí ha sido importante hablar desde mi experiencia mapuche, como una experiencia arraigada a la ciudad. Vengo de una familia que es de las primeras generaciones en migrar a la ciudad, mi abuelo fue un punto de tránsito entre el campo y la urbe para nuestra comunidad en Carahue y Nueva Imperial. De alguna manera, vivir en Santiago te hace sentir muy diferente y ajena a la chilenidad, yo supe desde pequeña que mi familia era mapuche, pero ese habitar en la sociedad santiaguina es un habitar lo mapuche desde la ciudad, en relación a lo que pasa acá también políticamente y comunitariamente desde acá. Por otro lado, la configuración de ser una persona indígena y que es también una persona trans, te dispone desde una mirada crítica, pensando en que hoy tenemos la oportunidad de hablar desde nosotros mismos y también visibilizar los problemas que el colonialismo ha traído sobre nuestras vidas y que sigue ejerciendo. Entonces, la perspectiva anticolonial está pensada muy en vinculación a mostrar o trabajar en torno a archivos -imágenes, crónicas, materia audiovisual, gráfico, oral- para traerlos al presente y resignificarlos. A partir de la lectura de ciertos archivos, de ciertas memorias, cuestiono el pasado y lo traigo al presente. Creo que esa práctica tiene mucho de vinculación con lo decolonial y con lo anticolonial, comprendiendo que el colonialismo ha sido un instrumento que ha permeado todas las capas de nuestras vidas.
Tus obras abordan tanto lo indígena como la identidad de género pero también exceden ampliamente ambos conceptos. ¿Cómo se entrelazan estos temas con la memoria y el cuerpo en tu trabajo creativo?
He venido trabajando mucho en torno al archivo, es una práctica muy importante para vincular el pasado con el presente y también resignificar un futuro. Recurro a los archivos orales y escritos buscando toda la información posible respecto a las diversidades sexuales dentro del mundo mapuche en particular con la figura del weye, que es descrito en crónicas coloniales como maricones y sodomitas, invocadores del demonio; o Alka Domo que fue traducido como marimacho y hermafrodita, cuerpos diversos que existieron antes de la colonización. Mis obras traen a discusión al mundo presente qué sucede con el género y con el cuerpo, lo que no es un relato lineal, tiene fracturas y versiones. Lo mismo sucede con el concepto de naturaleza donde se cree que es un lugar por definición heterosexual, donde la reproducción binaria macho-hembra es la única posibilidad. Si miramos la naturaleza se puede observar plantas que poseen ambos sexos y que los hongos se pueden autorreproducir, tienen más de 25 maneras diferentes de reproducción; o animales que transitan a otros géneros. Hay que observar y reconocer a la Tierra como un lugar de inteligencia, de reciprocidad, colaboración y diversidad.
¿Qué importancia tiene para ti visibilizar estas identidades no binarias?
Para mí siempre ha sido importante hablar de otras experiencias de vida y otras formas de relación con el mundo. Mi experiencia como persona trans tiene relación en torno al cuerpo, lo que implica, de alguna manera, trabajar con la incomodidad social por los prejuicios, estereotipos e ignorancias. Esta visibilización es necesaria porque no hemos tenido históricamente un lugar visible ni con representación. Pienso en mi propia historia: yo no tengo un referente trans dentro del mundo mapuche, yo vengo del mundo de las artes visuales que es un espacio sumamente elitista, racista y endogámico, donde cuando no eres parte del sistema tienes que empezar a crear tus propias redes y tus propios vínculos. Por eso, es importante hablarlo todo el tiempo, más allá de una fecha en particular. Ocupar espacios, tener una voz, porque las personas que estuvieron antes que nosotras pusieron el cuerpo resistiendo, no tuvieron las mismas oportunidades que tenemos hoy de ejercer nuestra identidad y ser visibles. Esta lucha es también la de un pueblo por dejar atrás la individualidad y luchar por el colectivo, por la defensa de la tierra y el territorio, por la defensa del vínculo con la naturaleza.
¿Qué rol tiene el trabajo colaborativo e interdisciplinar en tu propuesta artística, a la hora de abordar temas como memoria y patrimonio?
Para mí ha sido muy importante trabajar desde lo colectivo, vengo trabajando hace ocho (8) años con colectivo que se llama Rangiñtulewfü que significa “entre ríos”. Somos varias personas que vivimos en distintos territorios, Temuco, Valparaíso, Santiago, con quienes nos juntamos a pensar nuestro ser mapuche y a pensar la colectividad como ejercicio político, como pensar más allá de tu subjetividad. Si se analiza la obra de otros integrantes del colectivo, como Paula Baeza Pailamilla, Ange Cayuman o Daniela Catrileo, se puede encontrar que hay muchos vínculos y muchas contaminaciones la una a la otra. Creo que también es parte importante de esa práctica colectiva que también termina resonando en tu práctica particular. En tanto, para mí la interdisciplinaridad ha sido fundamental en el sentido de vincularme con las técnicas y formatos, lo que siempre tendrá que ver con lo que quiero transmitir a los espectadores. Si quiero apelar a los sentidos y sacar del centro la visualidad, uso la performance; si busco algo más narrativo probablemente use el video; si quiero ser material, es posible que use la cerámica. Todo ello, siempre pensando en quién lo verá.
¿Qué artistas indígenas contemporáneos podrías recomendar a quienes quieran aprender y explorar más?
Existen propuestas artísticas de creadores mapuche que están siendo muy interesantes y que tienen prácticas que cuestionan y vinculan también la colonialidad. Por ejemplo, Paula Baeza Pailamilla, artista visual y performer, tiene un trabajo muy en relación al cuerpo, a las problemáticas del colonialismo, en el de la racialización del cuerpo mapuche. Pablo Lincura, con un trabajo desde lo pictórico y el color sobre el cuerpo marica trans migrante, donde desafía la idea de tradición y de construcción de ideas fijas sobre masculinidad y femenidad. También está Kütral Vargas Huaiquimilla, artista visual y poeta de Valdivia, que está pensando en su propia identidad, en la construcción social del cuerpo mapuche en forma histórica, y la violencia policial, estatal y corporativa.
Finalmente, cuéntanos cómo fue recibido tu trabajo en Art Basel y Bienal de Venecia.
La Bienal de Venecia fue súper importante como plataforma y vitrina para mis primeras obras “You will never be a Weye (Nunca serás un weye)”, que es una pieza que habla del Machi Weye, que fue descrito despectivamente por sacerdotes cristianos durante la colonización. Tiene una vinculación con mi propia historia de vida como persona trans. Ha sido muy especial que mi primera vez en esta Bienal sea con mi primera obra, que tiene más de diez años, que en su comienzo no tuvo gran circulación porque no tuvo validación de espacios expositivos. En tanto, en Art Basel estuve haciendo performance una semana completa en un espacio destinado para los proyectos ambiciosos, donde no hay stand sino un espacio libre con instalaciones monumentales de la artista japonesa Yayoi Kusama o el artista argentino Julio Le Parc, todos muy inscritos en la historia del arte. Fue muy valioso para mí y creo que también para Chile, porque la performance en nuestro país ha sido menospreciada por las instituciones del arte, sobre todo por el sistema comercial, que la considera poco rentable por ser un trabajo efímero con el cuerpo. Siento que fue una apuesta importante, como diciendo que en Chile se hace performance y no se hace solamente para ser vista por un grupo reducido.