Mario Carreño revela su sorprendente y colorido universo creativo
Nacido en La Habana el 24 de mayo de 1913, el pintor Mario Carreño vivió por más de cuatro décadas en Chile. Casado en un tercer matrimonio con la artista chilena Ida González, a Carreño le fue concedida la nacionalidad chilena en 1969 y ya en 1982 recibió el Premio Nacional de Arte.
A 16 años de su muerte en Santiago, el Museo Nacional de Bellas Artes presenta, hasta el 5 de abril, la exposición "Universo Carreño", con cuarenta obras del artista, ocho de las cuales están presentes por primera vez nuestro país gracias a un préstamo del Museo de Bellas Artes de La Habana (Cuba), conformando un completo recorrido por la vida y obra del artista.
Curada por su discípulo Juan Campos, la exposición se concibe como la materialización del universo del artista, tanto desde una perspectiva biográfica como pictórica, donde una serie de capítulos estructuran un recorrido que atraviesa diversos países, influencias, temáticas y expresiones en el lapso de 52 años (1940-1992).
El trabajo de Carreño se ha comparado con la trayectoria de Roberto Matta, Joaquín Torres García, Rufino Tamayo y Fernando Botero.
Una de las obras de Mario Carreño en manos de coleccionistas privados, "Fuego en el Batey" (1943), fue recientemente vendida por una prestigiosa casa de subastas de Nueva York en 2,8 millones de dólares, lo que rompe el propio récord del artista.
"La obra de Mario Carreño instala una mirada que contribuye a la construcción simbólica de un arte latinoamericano, o dicho desde otra perspectiva, contribuye a una identidad comunitaria a nivel continental... supo apreciar e integrar las distintas influencias de destacados artistas, poetas y escritores durante sus viajes por América y Europa. Como consecuencia de sus viajes desde Cuba a México, España, Italia, Francia y Estados Unidos, su obra se enriqueció de humanismo expresado con serenidad y equilibrio a lo largo de toda su vida", señala Roberto Farriol, director del Museo Nacional de Bellas Artes.
En los sesenta, conmovido por los conflictos sociales y políticos que amenazaban la paz mundial, el artista confesó que la abstracción le era insuficiente para representar su preocupación por el destino del hombre contemporáneo, por lo que volvió a la figuración.
Su transición hacia los años setenta y ochenta, se vio marcada por el reconocimiento de su obra en Chile, la influencia de nuestra geografía y cultura, y la figura de su amigo Pablo Neruda y su imaginario.
"Este recorrido por la Sala Matta, se plantea como la propuesta honesta de un creador sencillo, veraz, leal y puro en sus convicciones. Mario Carreño, chileno-cubano y por sobre todo americano universal, fuerza nuestra mirada hacia un futuro donde las utopías e ideales de la humanidad puedan ser realidad. Donde hombres y mujeres indistintamente, tal como aparecen en sus obras, sean un todo inseparable, paradigmas de sueños de amor y eternidad", afirma el curador de la muestra, Juan Campos.
Carreño se contactó desde muy joven, con el círculo intelectual y artístico cubano; luego se trasladó a la España de Rafael Alberti y Federico García Lorca, país donde además conoció al poeta Pablo Neruda, quien tuvo una gran influencia en su vida y obra. Continuó en México, donde recibió la influencia del muralismo de Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y Clemente Orozco; siguió París, durante la época de Picasso, y Nueva York, en pleno apogeo de la abstracción, radicándose finalmente en Chile, en 1957. Dos años más tarde, fundó la Escuela de Arte de la Universidad Católica junto a Nemesio Antúnez, entre otros artistas y arquitectos.
En paralelo a la exposición del MNBA, se exhibe una selección de dibujos del artista en Espacio Suecia 26, de Fundación Itaú, en la comuna de Las Condes.