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TERRITORIOS DE LA LECTURA

Chile Quiere Leer

TERRITORIOS DE LA LECTURA

Publicado el 06/04/2004
La realización de la campaña Chile Quiere Leer, en el marco del Centenario de Pablo Neruda, y en la que participa la Dibam, es una instancia para pensar sobre la fragilidad y transformaciones de la lectura.

La lectura como un viaje a mundos desconocidos, fue una frase intensamente repetida por los antiguos pedagogos. Abrir un libro y recorrer sus páginas significaba acceder a esos territorios que nunca veríamos o pisaríamos. Lo revelado seduce, provoca, desconcierta, anima o aburre. El lector, desde su retiro, da un paso atrás para luego avanzar y construir sentido, hacer habitable la abstracción de la caligrafía. Para estimular a los niños y jóvenes a embarcarse en el viaje de la lectura, la campaña [!b:Chile Quiere Leer] busca dotar a las Bibliotecas Públicas a lo largo del país de libros de los cuales carecen. La iniciativa -organizada por El Mercurio, la Fundación Pablo Neruda, el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes y la Dibam- se extenderá durante el primer semestre del presente año y tiene por objetivo reunir fondos para la compra de nuevos textos para enriquecer las colecciones actuales, a través de la cuenta N° 55 5555 51 del Banco BCI. [!b:Leer nuestros tiempos] El acto de leer, así como la escritura, es histórico y, por lo mismo, dinámico y diverso. Pero aquel, a diferencia de esta última, es efímero y plural y no está nunca plasmado de una vez y para siempre. Por eso una fecha como el 23 de abril, Día Mundial del Libro, es una instancia para pensar junto a la materialidad del libro, la fragilidad y las transformaciones de la lectura. De la piedra al papiro; del manuscrito a la imprenta; de la máquina de escribir al computador, la lectura sufrió modificaciones. En un principio sólo para los iniciados, a partir de mediados del siglo XV en occidente logró alcanzar la masividad. Pero los cambios también fluctuaron en torno a los tiempos dedicados a leer, a los temas de interés y al mercado de los libros. En nuestros días frente a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, es frecuente encontrarse con dos posturas, igualmente extremas, de predicciones: una de ellas, catastrofista, anuncia que, ante el avance avasallador de la cultura audiovisual y el predominio de la imagen, asistimos al fin del libro y la lectura. La otra, eufórica, predica el advenimiento de una era en la que el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones traerá la utopía de un mundo siempre en línea, donde el libro y la lectura estarán al alcance de todos. Entre ambas visiones podemos encontrar todo tipo de matices y variantes. Pero cabe señalar que la particularidad de nuestra época, en lo que al libro se refiere, es la coexistencia, por primera vez en la historia, de las más diversas formas y modelos de lectura, sumándose a las antiguas y tradicionales modalidades las nuevas formas que ha impuesto la cultura audiovisual y luego, el hipertetexto. La sacralización del libro -como lo muestra la historia- no ha servido de mucho. Dar a leer produce más bien reparos que adhesión. El camino de lector transita más bien por el descubrimiento paso a paso, donde entran en juego la incertidumbre, el deseo y la búsqueda de significados. A este respecto, la lectura no puede asociarse únicamente al texto escrito. El hombre ha "leído" en todas aquellas superficies de inscripción que le resultan significativas, incluyendo los astros y el cielo, las relaciones que establece el azar, los ojos de la persona amada, las proporciones en la naturaleza. En este sentido, el miedo a que los lectores puedan desaparecer, es dudoso. Los lectores mutan, evolucionan... persisten.